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No culpes al mar de tu segundo naufagio

No culpes al mar de tu segundo naufragio
No culpes al mar de tu segundo naufragio Foto: Ecured

Saludos estimados lectores, el día de hoy para este breve análisis de la vida política. Tengamos en cuenta dos palabras en nuestro vocabulario común del presente, que como todo en la vida, delinea de forma irremediable el camino que nuestro país y estado seguirán en poco tiempo en el futuro, que se aproxima inexorablemente, estas palabras son culpa y responsabilidad. Ambos conceptos viven en el imaginario colectivo uno junto al otro, aunque jamás serán lo mismo, pero que son usados según la conveniencia de quien logre avasallar el discurso de la posverdad, porque como sociedad hemos permitido perder la lucidez que nos debiera caracterizar para mantener el escrutinio y juicio social claro de nuestros actores públicos, ahora tristemente asumimos verdades, a costa de renunciar a la vista de la absoluta realidad.

En el poder legislativo vemos una realidad que nos regresa a las épocas de la Presidencia imperial. En donde los legisladores de la momentánea mayoría, decidieron mantenerse fieles al Presidente, pero no a la ley y a la sociedad que representan. Pero con la penosa realidad de que ahora no cuidan ni los procesos, ni la legalidad, solo avalan la voluntad de un solo hombre, llevando a México a un reduccionismo de sus instituciones, pero que afortunadamente y por la participación ciudadana en la elección intermedia. Los mexicanos han logrado salvaguardar su democracia, veo la elección intermedia no como una nueva oportunidad a la oposición, sino como un dique necesario que la misma sociedad construyo, con lo que quedaba de una famélica oposición obsesionada solo con la partidocracia, que al día de hoy solo sirve y con fallas graves, como contención del desastre, pero que se han visto incapaces de construir una alternativa real, diferente y contundente para despertar una efervescencia electoral de cambio político de la realidad mexicana al día de hoy, algo que como sociedad debemos evaluar tanto en la responsabilidad de electores, como en la culpa que como sociedad estamos pagando al tener esta clase de legisladores y políticos, tanto del bando oficialista como en un amplio sector de la oposición.

Cuando vemos en el ejecutivo un gobierno claramente navegando con la bandera de la demagogia y polarización, es que como sociedad estamos en la responsabilidad de asumir la postura crítica, pero no dejarnos invadir por la culpa de que nos equivocamos al votar; muchos dirán que estoy equivocado, tal vez sí; al final del día en una democracia nadie es dueño de la verdad absoluta ni tampoco de un argumento único, afirmar lo contrario, es una aberración; pero el electorado que en 2018 vio en su futuro la vuelta al pasado encarnado por Andrés Manuel López Obrador, no es culpable del error de caer en el engaño demagógico del hoy Presidente, pero si es responsable del error al elegir un proyecto errado, por eso es importante garantizar la libertad de elegir y de la neutralidad de los procesos electorales organizados por los mismos ciudadanos vía instituciones públicas alejadas del poder ejecutivo; porque así el ciudadano que ya asumió el error, encuentra la responsabilidad de cambiar el rumbo político de su país, estado o municipio, la clase política debe entender que los que cargan con la culpa de gobiernos fallidos son ellos como funcionarios o representantes populares, no la sociedad y los que deben asumir las responsabilidades ganando o perdiendo una elección; son precisamente los integrantes de la clase política, que deben obedecer el mandato democrático sin socavar la ley o las instituciones, porque estas son atemporales, mientras que los políticos siempre serán de paso.

Decía Oscar Wilde, que “La culpa puede llegar a convertirse en un sentimiento que nos detiene, llegándonos a hacer perder la alegría de vivir” , porque efectivamente esto definitivamente es algo propio de la naturaleza humana, que en la desesperanza de la equivocación, se asuman culpas personales o colectivas, que hagan que se pierda el rumbo de manera temporal o incluso de formas definitiva, ahora si hablamos de culpa colectiva; es una situación peligrosa para nuestra democracia; porque si el electorado o la sociedad, asumen que en la culpa de su error al elegir a un gobernante nada cambió, que al contrario la precariedad social, institucional y política aumenta; tienden a asumir que nada funciona, grave situación para la propia sociedad, que asume la peor de las realidades como la única realidad posible, situación que solo beneficia a quien queda empoderado, porque ya anclado en la demagogia de la esperanza de su falso dicho, lleva a vivir a los ciudadanos en la mentira y desesperanza como única realidad posible, equivale a prácticamente dejarse morir políticamente como electorado, en lugar de devolver la salud a la sociedad democrática que los mexicanos hemos construido en el pasado reciente, amenazan el futuro por la voluntad de unos pocos, que solo le sirven a una persona,  queriendo volver realidad una concepción laxa y pobre de su moral pública, falta de argumentos y nulos resultados como clase gobernante.

Pero como en el caso de la caja de pandora, que en 2018 con la victoria de López Obrador, no abrió la solución de los problemas, sino dejó libres nuevamente a las penurias que arrollaron a México en dos décadas del siglo pasado, que se rehusaron a morir, solo esperaron el tiempo, la coyuntura y la falla en las responsabilidades de una clase política que falló en la rendición de cuentas, que con ello impidiera un retorno al caótico pasado, que ya volvió a enquistarse con todo y sus malas practicas en la vida política del México de hoy, solo bastó con que un sector de la sociedad por ignorancia o culpa mal entendida, decidiera democráticamente darles otra oportunidad, pero que hoy esos políticos pretendan menoscabar por uno, la posibilidad de que puedan volver a ser enterrados por la responsabilidad política de una sociedad que sabe que es poderosa por sí misma en su capacidad de elegir, no de delegar de forma absolutista el poder público a una persona y su grupo de desterrados de la hoy oposición; que solo se han mimetizado políticamente para garantizar su sobrevivencia política, no por la oportunidad de servir a la sociedad.

                Decía Publio Siro, escritor Romano “No culpes al mar de tu segundo Naufragio” y efectivamente, no podemos como ciudadanos culpar al sistema político que hemos construido, incluso ni a los políticos que se han beneficiado del mismo, sino que debemos ser responsables de la sociedad que construimos, de las instituciones que queremos y los gobernantes que debemos tener; seguir errando y siendo displicentes con nuestro país, solo nos seguirán dando una clase política podrida o muy mediocre; ahí si los culpables seremos nosotros los electores y no porque el sistema no funcione, sino porque como ciudadanos no asumimos la responsabilidad de ser la sociedad exigente que debemos ser de forma permanente.

                Saludos estimados lectores, nos seguimos leyendo por este medio y mis redes sociales, como dirían en mi pueblo “el que tiene bien y su mal escoge, de lo que venga que no se enoje”.

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Humberto Aguilar Sarao

Humberto Aguilar Sarao

Abogado, tepeaquense, analista político por elección y emprendedor, comprometido con Puebla.