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Crónica de 47 pasos en Acapulco

Crónica de 47 pasos en Acapulco
Acapulco

Me encontraba junto a la puerta de la camioneta cargada de ayuda; repartía víveres, botellas de agua, artículos de higiene y muchas sonrisas. Crónica de 47 pasos en Acapulco

De pronto, levanto la mirada, y veo a lo lejos que viene caminando una señora ya muy mayor, encorvada, cabello ralo canoso entrenzado, arrastrando los pasos que se ayudaban con un bastón hechizo de alguna rama.

Sigo repartiendo la ayuda en mano a una interminable fila de damnificados.

Vuelvo a levantar la mirada que lucha contra los potentes rayos abrasantes del sol de las 12:27 del medio día, para encontrar que la viejecita seguía avanzando a un paso tan lento como los años en Macondo, en un lugar al que no llega la brisa del mar, sino el polvo y la soledad.

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De pronto, veo el instante exacto en que aquella adulta mayor se detiene. Como si sus pies se anclaran a la tierra luego de que sus escuálidos músculos le dijeran que no podían avanzar más de aquel punto en ese cerro de la colonia Mirador Coloso de Acapulco.

Le hago una seña para que ya no avance, indicándole que yo le llevaría la ayuda hasta ese punto donde sus fuerzas flaquearon y sus pasos hicieron huelga.

Tomo una bolsa grande y en ella cargo despensa, artículos de higiene, latas de comida, botellas de agua, y echo también en esa bolsa —quizá sin saberlo en ese momento— un pedazo del corazón.

Tomo la bolsa y empiezo a caminar hacia la anciana.

Llevaba unos cuantos pasos y en el caminar vi a Ramiro que había manejado desde la madrugada para llevar la ayuda desde Puebla.

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  • Vi a Jhonny dando consuelo y sonrisas a unas señoras damnificadas, diciendo que Chipo estaba con ellas.
  • Vi a voluntarios de muchas partes del país que sacando fuerzas del alma vencían al cansancio físico para seguir dando ayuda.
  • Vi a la habitación vacía que usaríamos como centro de acopio.
  • Vi a todas las publicaciones en redes sociales difundiendo que nos llevaran ayuda pues tenían la certeza de que entregaríamos todo en mano de quien en verdad necesitaba.
  • Vi las dos toneladas de ayuda reunidas en esa habitación que usamos como centro de acopio.
  • Vi a los benefactores llevando comida, ropa, agua y todo aquello que pudiera ayudar a los afectados por Otis.
  • Vi al señor Gómez dando la instrucción de prestarnos una camioneta grande para llevar todo lo recaudado.
  • Vi a Nuria juntando más de 2,500 botellas de agua para que se llevaran a la gente.
  • Vi a la bella Maru consiguiendo ropa, zapatos y despensa para donar a esos damnificados por el huracán.
  • Vi nítidamente a los comentarios en redes sociales criticándome porque publicaba todo lo que habíamos hecho.
  • Vi de forma clara a una familia cenando con los alientos que le habíamos llevado ese día dando gracias a Dios por el pan que se llevan a la boca.
  • Vi a la Licenciada recibiéndome en diciembre con un abrazo prolongado sintiéndose orgullosa de mí aunque nunca me lo diría.
  • Vi la sonrisa de una niña desconocida que se sentía feliz por el cariño que recibió de otros desconocidos que llegaron hasta la punta de aquel cerro donde vive.
  • Vi a los afectados del huracán Paulina que 26 años y 17 días antes habían sufrido lo que sufríamos nosotros.
  • Vi al buen Abelardo haciendo una transferencia para apoyarnos con los gastos de gasolina y casetas, sonriendo por ser parte de ese gran milagro de ayudar a los más necesitados.
  • Vi todas las despensas que hemos dado en 13 años y todas las despensas que daremos después, con o sin huracán, con o sin terremoto.
  • Vi a los niños en el pabellón de oncólogía bailando Soy Una Taza con sus miradas llenas de esperanza y sus caritas alegres por esa tregua en su batalla, como la tregua que tenían esos acapulqueños en ese momento.
  • Vi la cara de angustia y terror de un niño en el momento exacto en que los cristales de su casa se rompían víctimas de la furia de un huracán categoría 5.
  • Vi a una madre llorando con el alma partida por buscar a su hijo que la fatídica noche de ese 25 de octubre se había perdido en el mar.
  • Vi a personas generosas yendo a Calle Chietla 305A para dejar ayuda para que esos damnificados soportaran un poco el cruce por El Laberinto de la Soledad.
  • Vi al gran Emilio Valdez representando a todas las personas buenas de este país diciendo “siempre se puede ayudar”.
  • Vi a María, sin entender muy bien por qué papá se va tanto tiempo y debe compartirlo con tanta gente, pero sabiendo que es para algo bueno y esperándome con el abrazo más amoroso que recibiré en mi vida.
  • Vi por fin de frente a esa señora adulta mayor, de pelo ralo canoso entrenzado, y en ella vi a todas las personas que habían recibido ayuda dando gracias y brindando una sonrisa.
  • Vi mis manos dando esa bolsa cargada de ayuda y vi que no era yo, vi que eran millones de mexicanos dando solidaridad, apoyo y esperanza a nuestros hermanos que la estaban pasando mal.
  • Vi que había dado 47 pasos desde la camioneta cargada de ayuda hasta el punto donde esa señora ya no pudo avanzar más, y que en esa distancia cabía todo el amor que un país pueda dar por sus compatriotas más necesitados.

Rescoldos

Como ciudadanía exijamos a los gobernantes que hagan políticas públicas que implementen las estrategias necesarias para que este tipo de afectaciones no vuelvan a ocurrir. El 2024 es una buena oportunidad.

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