EL FRAUDE IMPOSIBLE: Y sí, la gente, el pueblo venezolano está más que indignado por el fraude que pretende fraguar, a todas luces y con el mayor cinismo, el poder ejecutivo y su líder paranoico y los satélites seudoinstitucionales que ha construido de manera autoritaria y antidemocrática a lo largo de los 25 años de mayor oprobio de la otrora nación más rica y bollante de Latinoamérica.
En 1999, cuando un comunista criollo seudomarxista -solo de dogma, nunca de estudio- salido de prisión por la gracia de los que odiaba, ascendió por la vía del voto de castigo al poder, se encendió en la población la llama de la esperanza que la corrupción y la crisis del petróleo habían apagado. El hastío contra presidentes como Carlos Andrés Pérez (el López Portillo venezolano) o Rafael Caldera y contra los partidos como Acción Democrática (algo así como el PRI mexicano), llevaron al poder a Hugo Chávez.
Chávez ganó la elección del hartazgo con el 56% de los votos democráticamente emitidos, primera cifra a considerar en nuestro análisis, pero solo gobernó, como Maduro para el tres por ciento de la secta que lo entronizó, acabó con las instituciones, casi termina con la democracia e instauró un régimen autoritario de división y de odio, si esto fuera poco, llevó a la quiebra y a la miseria al país y generó la migración de más de seis millones de venezolanos (20% de la población).
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Con un discurso vacío, seudoreligioso (se dice cristiano, pero no se sabe ni el “Padre Nuestro” y clama públicamente que a Jesús lo crucificaron los “españoles imperialistas”, Nicolás Maduro está cerrando este ciclo de terrorismo de estado.
Al igual que en 1998 y quizá con 20 años de desfase, una elección que parecía controlada por la secta, revela que el 67% del electorado (serían cuatro o cinco puntos más, pero a muchos no los dejaron votar y, obviamente los 6 millones de expatriados no votarían por él) exige un cambio y el retorno de la libertad y la concordia, con todo lo que esto implica.
No hay en el mundo país que resista las cifras de estos 25 años: En el año de 1998, la deuda pública de Venezuela (nunca en impago), ascendía a 28 mil millones de dólares, menos del 33% del PIB del país y, al igual que otros regímenes semejantes, Chávez prometió reducirla pues su propuesta económica era de “riqueza social”.
Y… ¿Que pasó?.
Durante el gobierno de Chávez, la deuda pública venezolana en relación con el PIB aumentó del 32,6% en 2001 al 52,1% en 2013. Luego, durante la presidencia de Maduro, la deuda pública continuó aumentando, alcanzando el 161,8% del PIB en 2018 y el 186% en mayo de 2019.
Para entonces, la deuda ya era impagable y los 10 principales “programas sociales” generadores de votos, dejaron de funcionar, la violencia creció exponencialmente y la gente, de todos los estratos sociales y niveles culturales, exigió el cambio que no se dio, por el fraude descarado que se dio, con el apoyo de una milicia totalmente coptada, en las elecciones de 2018.
Al iniciarse la jornada del voto electrónico, Maduro ya contaba con 6 millones de sufragios electrónicos. Pero la oposición, aunque casi unánime, estaba estratégicamente fragmentada.
LA VERDAD DESNUDA:
A la fecha, Venezuela tiene una deuda vencida de aproximadamente $90 mil millones de dólares, repartida entre bonos (chatarra) de la República y bonos de PDVSA (el PEMEX de por allá). La deuda externa venezolana es equivalente a 327% del Producto Interno Bruto de la nación, lo que convierte al país en uno de los más endeudados del mundo .
Adicionalmente, no ha pagado su deuda externa desde 2017 y el impago sigue creciendo. Incluso el odiado e “imperialista” Fondo Monetario Internacional está en la lista de espera y recibe insultos en lugar de dólares cuando pretende aunque sea un abonito. China y Rusia son los nuevos y convenencieros acreedores.
Como reflejo del divorcio entre la idea y la realidad, sobre todo cuando no existen cultura, inteligencia y capacidad, el producto per cápita de los Venezolanos, que, a pesar de la crisis de 1998, era el más alto de América Latina, cercano a los 12 mil dólares, hoy solo frisa en los 3 mil dólares. El nivel y la calidad de vida han caído a una cuarta parte de su nivel prechavista.
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Pero no solo se produce menos, transformado en ingreso, el poder adquisitivo de los venezolanos se ha reducido dramáticamente. El Bolivar ha sufrido tres modificaciones radicales y ha perdido catorce ceros como reflejo de una escalada en los precios que alcanzó su grado máximo en 2018 en que el reporte oficial es de 130 mil por ciento de incremento en los precios, al año siguiente bajó a 9.5 mil por ciento y actualmente está atenuada porque los precios no suben porque, simplemente, no hay productos. No hay bien más caro que el que no se tiene.
La vida personal (desde el punto de vista económico) merece un análisis exhaustivo, es universalmente conocida la contradicción de Maduro, su familia y su secta entre su enriquecimiento personal, totalmente contrastante con su discurso antiimperialista, supuestamente a favor de los pobres.
Con un salario, como presidente, de 1,560 Bolívares mensuales, 12 salarios mínimos, y una población que requeriría al menos 7 veces esa cantidad para cubrir su canasta básica alimentaria, Maduro ha tenido la mágica capacidad de ahorrar, en paraísos fiscales, la nada despreciable cantidad de 1250 millones de dólares, impunemente a su alcance si acepta el vuelo sin retorno a Turquía como asilado político.
Otras fuentes señalan más de 2 mil millones de dólares como la fortuna personal de este camionero que, sin estudios, sin capacidad, sin conocimientos, pero con un verbo incendario y nombrado por “un pájarito” empobreció a un país entero, pero lo enriqueció a él. Hoy se le acaba el tiempo, el dinero no, y la liga se estirará hasta donde los militares y el acopio de armas se lo permitan, porque lo que es el pueblo, el de a de veras, el bueno, simplemente… ya no.
DE FONDO:
El lunes negro de Wall Street y las bolsas mundiales de hace 15 días, la ya existente recesión en Japón y la fenomenología económica mundial, agravada por las locuras de Putin, de los grupos fundamentalistas y de la corrución política anuncian un período recesivo mundial. El Producto Interno Mundial ha sido ajustado a la baja por los “especialistas”, el aumento del desempleo y del subempleo es notorio, el crédito, aunque bajan las tasas, se está contrayendo y las inversiones están disminuyendo o no son productivas. El resto del 2024 será sin duda crítico y el 2025 recesivo. Una vez más habrá que hacerle otro hoyito al cinturón.
DE FORMA:
El efecto “sake”, se inició en Japón, donde a pesar de llevar varios años otorgando préstamos a tasa cero (para fomentar la producción), se dio un impresionante incremento en los impagos de préstamos y en la morosidad de las empresas y los consumidores, síntoma de estrés financiero que precede a una recesión.
Muchos de esos fondos se utilizaron especulativamente para invertirlos en países que pagaban tasas mayores, al reducirse las brechas o devaluarse las monedas, ya no alcanzó para pagar el préstamo original. Regla de oro: Si no hay producción, hay recesión.
DEFORME:
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en consecuencia y sacando el paraguas de la recesión, reduce el pronóstico de crecimiento para México para el cierre de este año. 1.9% es la nueva cifra mágica. Los analistas serios opinan que no alcanzaremos el uno por ciento. La falta de inversiones productivas, el gasto público descontrolado y la inflación que no cede son las causas principales. La globalización no acepta excepciones de discurso. Recomendación, pagar deudas y no contraer nuevas, hacer presupuesto y, por supuesto, rezar a mañana, tarde y noche.