Esta semana fuimos testigos de un acto vergonzoso y preocupante, perpetuado desde el poder público en contra de un particular. En un hecho sin precedentes, un ciudadano fue obligado a pedirle disculpas públicas a un representante popular, en condiciones poco dignas y poco éticas (por decirlo de alguna manera).
El año pasado, el Senador Gerardo Fernández Noroña -conocido por sus escándalos y exabruptos- tuvo uno de sus famosos encontronazos con un ciudadano. En una de las salas de espera VIP de American Express, un empresario se acercó a reclamarle acaloradamente al senador. Mucha gente que se encuentra a Noroña en lugares públicos, concretamente en lugares suntuosos (restaurantes, salas VIP, etc.), le reclaman lo que consideran una supuesta “incongruencia” por ser parte de la 4T y llevar una vida “cómoda”, o darse ciertos lujos.
Digo que es una supuesta incongruencia porque Noroña, a diferencia de otros miembros de la 4T, nunca ha pregonado una falsa humildad o una falsa sencillez. Él siempre ha manifestado que le gusta ir a buenos restaurantes, comer bien, tener un buen auto (le gusta la línea Volvo) conocer varios lugares y viajar en primera clase. Insisto, esto no es nuevo, ni incongruente, lo hacía desde antes de ser Senador y Diputado y nunca lo ha ocultado.
Sin embargo, como forma parte de un movimiento, en el cual, se predica una falsa austeridad (alentada por el líder de la secta, AMLO), muchos creen que Noroña tendría que conducirse de esa manera: vivir con $200 en la cartera, no tener más que un par de zapatos; tener un coche modesto (Tsuru), etc., y como no lo hace, por eso le recriminan.
Francamente yo no le encuentro problema en que a Noroña le guste llevar una vida cómoda, siempre y cuando lo haga con su dinero y con actividades lícitas; hasta el momento, a Noroña no se le conocen escándalos de corrupción o dinero mal habido, así que, si quiere ir a una sala VIP de un aeropuerto, con sus puntos acumulados de su tarjeta Platinium de American Express, tiene derecho a hacerlo, sin que nadie le reclame nada. En ese sentido, es mucho más sincero que otros integrantes de su movimiento (como los hijos de AMLO, Andrea Chávez, Layda Sansores, Mario Delgado, y un larguísimo etcétera) que hablan -ellos sí- de “austeridad” y tienen: casas de lujo, relojes de lujo, riquezas no explicables, hijos en el extranjero, y otros tantas actividades y gustos pomposos.
El empresario que le reclamó airadamente al Senador en el aeropuerto, diciéndole que “se largara de ahí, que no tenía derecho de estar ahí”, etc. Seguramente sacó todo su enojo y malestar hacia el régimen, personalizado en ese momento en la figura de Fernández Noroña. Quizá si ese mismo empresario se hubiera encontrado a otro de los personajes que ya dijimos, le hubiera reclamado en términos similares. Por supuesto que NO está bien, y NO se justifica, pero es parte de la polarización que vive el país desde hace años, promovida y alentada por López Obrador.
¿Reprobable la actitud del empresario? Sí. ¿Entendible? También. Noroña tenía todo el derecho de defenderse, en los mismos términos en los que se profirió el insulto. No por el hecho de ser funcionario o servidor público, quiere decir que se tiene que aguantar groserías de nadie. Noroña respondió los gritos del empresario, con gritos también. Por cierto, cabe decir que, el ciudadano NO hizo nada que Noroña no hubiera hecho anteriormente, es decir, si por algo se ha caracterizado Noroña a lo largo de su carrera, es precisamente por insultar, provocar, injuriar, descalificar, etc.
Posterior al acto, Noroña decidió proceder legalmente. Supuestamente habla de una “agresión” y de un “robo”, dice que le arrebataron el celular (eso no es robo). En los videos que circularon profusamente en redes sociales, no se ve nada fuera de lo habitual, nada que no hubiéramos visto antes en Noroña: un intercambio de insultos y uno que otro manoteo. No se percibe ninguna agresión y mucho menos un robo. Sin embargo, el petista decidió denunciar. El problema NO es ese, el problema es que lo hizo valiéndose (o aprovechándose) de su cargo de Senador, concretamente: como Presidente del Senado.
Noroña echó a andar la maquinaria del Senado para proceder en contra del ciudadano que lo ofendió (mal hecho), pero lo ofendió a él como persona, en lo individual, en ningún momento lo ofendió como legislador, ni lo criticó por sus funciones en la Cámara, pero Noroña se valió del cargo para decir que “le faltaron el respeto a su investidura como presidente del Senado, y no lo podía permitir” (sic).
Por tal motivo, la denuncia la presentó la Dirección Jurídica del Senado de la República, algo totalmente desproporcionado y fuera de lugar: el Senado de la República tomando partido en un asunto entre particulares. El resultado lo conocemos todos, con una celeridad asombrosa, la FGR integró rápidamente la carpeta para señalar como responsable y proceder penalmente en contra del ciudadano. Ante esto, y gracias a los famosos medios alternativos de solución de conflictos, el ciudadano “accedió” a ofrecer una disculpa pública al Senador, a fin de evitar el juicio. Algo que, en su “magnificencia” aceptó el agraviado Senador.
Según el convenio reparatorio, la disculpa tenía que realizarse en las instalaciones del Senado de la República, no bastaba -como lo proponía la defensa del ciudadano- con una carta o un desplegado, NO, la disculpa tenía que ser en “la casa” del ofendido.
Esto es algo gravísimo y sin precedentes. Un ciudadano obligado a humillarse ante alguien que usó todo el poder el Estado para exigirle una disculpa pública, por un diferendo que tuvieron entre particulares.
¿Por qué no promovió por la vía civil y de manera individual Noroña en contra del empresario? ¿Por qué usar todo el poder del Estado en contra de un ciudadano? ¿No acaso todos somos iguales ante la ley? ¿Por qué la FGR actuó tan rápido en este asunto promovido por un “alto funcionario”? ¿Así actúan cuando un ciudadano normal presenta una denuncia?
La disculpa de Carlos Velázquez fue un acto indigno que nos debería hacernos reflexionar a todos. El Senado se convirtió en una plaza pública donde la multitud se aglomeró para ver la humillación de alguien que “ofendió a la República”. El derecho civil y el derecho político del que hablaba Montesquieu (precisamente para ponerle límites al poder) hoy se encuentran en unas solas manos, las manos de la 4T (lo que quiera que eso signifique). Terrible…
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