Para el filósofo alemán Nietzche, el ser humano, desde que vive en comunidad, tiene la necesidad de mentir, con el fin de dar un significado a las cosas que no puede explicar o como medio de control social y con el tiempo, esa mentira se repite de forma inconsciente y se olvida que originalmente es eso, una mentira, hasta adquirir la calidad de verdad; por lo tanto, la verdad es el resultado de un proceso inconsciente del olvido, la verdad es un error, una invención o una ilusión.
En el mundo del Derecho Penal, se puede observar con precisión esta construcción humana del concepto de verdad, ya que existe la “verdad histórica”- multicitada en el proceso de enjuiciamiento de Jesús Murillo Karam, por ejemplo – y la “verdad jurídica” – que es la que pronuncia la autoridad después de realizar un “minucioso” análisis, valoración e interpretación del contenido de una carpeta o un expediente.
Pero para la persona que se encuentra privada de la libertad, el concepto de verdad tiene otros alcances, los que le dan su conocimiento de los hechos, él sabe si hizo o no el acto que otro le atribuye, por el que se ve sometido a un régimen que está cambiando su vida.
Es importante la verdad en estos casos, para que se imponga la consecuencia jurídica que corresponde a una conducta que ofende a la sociedad. Para esta relación de causa-efecto, la sociedad contemporánea ha creado el concepto de justicia; esa que se imparte en los tribunales a cargo de uno de los Poderes del Estado y que se deposita en los jueces, quienes son los que analizan, valoran e interpretan el contenido de una carpeta o expediente, creando la “verdad jurídica”
Una vez recluida la persona, el Estado, a través del Sistema Penitenciario, se hace cargo de ella adquiriendo una calidad de garante respecto de todos los privados de libertad, lo que implica que tiene que realizar lo necesario para que ellos tengan condiciones de vida dignas al interior de los centros penitenciario y se respeten sus derechos humanos. Uno de estos derechos, es el derecho a la verdad, que implica la obligación de la autoridad de informarle su situación jurídica, los derechos y obligaciones que tiene, las conductas permitidas y las prohibidas y cualquier otra información que le ayude a comprender con claridad lo que sucederá con él o ella durante su cautiverio. Es importante la verdad, porque con ella disminuye la incertidumbre, la ansiedad, el estrés y todas esas emociones que se viven en la cárcel y que, fuera de control, generan eventos violentos al interior.
En el momento en el que alguien se ve involucrado en una situación que lo relaciona con una conducta delictiva, la primera recomendación que se le hace es que contrate los servicios de un abogado, incluso la misma Constitución lo menciona como uno de los derechos que tiene cualquier detenido. El abogado adquiere la obligación de defender al imputado y garantiza -aparentemente- un equilibrio entre las partes, quien debe, entre otras cosas, hablarle con la verdad y explicarle sus posibilidades reales durante el procedimiento. Es importante la verdad, ya que la persona acusada deposita toda su confianza en su defensor, poniendo en sus manos su vida, libertad y patrimonio.
La verdad es que, en tratándose del sistema de justicia de nuestro adolorido México, parece que se actualiza el pensamiento de Nietzche, en el sentido de que la verdad es una creación humana para darle sentido a las cosas que no puede explicar, como la injusticia, corrupción e ineficiencia del sistema.