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Amor, amor…

Amor, amor…
Amor, amor…

El 14 de Febrero, día que muchos celebran como el símbolo máximo del amor romántico, se nos presenta como una jornada para expresar afecto y aprecio hacia nuestras parejas.

Sin embargo, bajo la superficie de corazones y chocolates, yace una narrativa tóxica que, lejos de celebrar el amor genuino, perpetúa estereotipos dañinos y contribuye a la violencia de género.

El amor romántico, tal como lo conocemos, está impregnado de expectativas irreales y roles de género rígidos. Desde temprana edad, se nos enseña que el amor es posesión, sacrificio y entrega total.

Nos venden la idea de que encontrar a nuestra “media naranja” nos completará y nos traerá la felicidad absoluta. Sin embargo, esta narrativa idealizada oculta una realidad más compleja y perjudicial.

Para comprender la verdadera naturaleza del amor romántico, es esencial examinar cómo este concepto contribuye a la violencia de género.

En su núcleo, el amor romántico se basa en la desigualdad de poder y la subordinación de la mujer al hombre.

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Desde una edad temprana, se nos enseña a aceptar el control y la dominación como expresiones de amor. El celo excesivo, la posesividad y la violencia emocional se disfrazan como muestras de afecto, creando un entorno propicio para el abuso.

El amor romántico también promueve la idea de que las relaciones son una fuente de felicidad y realización personal exclusiva.

Esta concepción excluye otras formas de amor y afecto, como el amor propio, el amor entre amigos o el amor familiar.

Al enfocarse únicamente en la pareja romántica como la fuente principal de satisfacción, se relega la importancia de otras relaciones significativas y se refuerzan los estereotipos de género tradicionales.

Desde una perspectiva feminista, es fundamental desmitificar el amor romántico y fomentar relaciones basadas en el respeto mutuo, la equidad y la autonomía.

Esto implica cuestionar las normas de género y los roles tradicionales dentro de las relaciones, así como promover una comunicación abierta y honesta.

En este 14 de Febrero, desafiemos las narrativas tóxicas del amor romántico y celebremos el amor en todas sus formas. Reconozcamos que el amor verdadero no conoce límites ni expectativas irrealistas. Hagamos de este día una oportunidad para reflexionar sobre nuestras relaciones y trabajar hacia un amor más auténtico y liberador.

Porque el amor no debe ser una fuente de sufrimiento, sino un espacio de crecimiento, respeto y solidaridad. En este día del amor, recordemos que el verdadero amor es igualitario, inclusivo y siempre empoderador.

El amor romántico, lejos de ser la panacea de la felicidad que nos venden, es la clave de muchas de las miserias que vivimos las mujeres y los seres humanos en general.

Es la idea de darlo todo por amor si somos mujeres y recibir, en muchos casos, migajas de parte de hombres educados para dar lo mínimo y recibir lo máximo.

Para poder construir relaciones sanas que nos permitan ser plenas, es fundamental trabajar el apego y el miedo a la soledad.

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Es necesario cuestionar la división tradicional de roles, subvertir los estereotipos, desmontar los mitos del romanti­cismo decimonónico y diversificar afectos.

No solo en el ámbito de lo erótico, sino también en el campo de las emociones; es preciso liberar al amor de la necesidad y de las dependencias.

Me enamoré de varios patanes; descubrí que no sé amar, que me voy deconstruyendo en el intento; que las relaciones perfectas no existen; que no siempre es necesario un “Para siempre”. Basta con transitar la vida de una persona y no dañarla, ni da­ñarse en el intento; lo que empezó con amor, puede terminar igual.

Hoy tengo una relacion construida sobre la base de aceptar nuestros miedos, de hablar de lo que sentimos, de lo que queremos y nos gusta, de sexo; entendiendo que todos los sentimientos son válidos, hasta los celos. Lo importante es saber qué hago con eso que siento; entre terapias y fricciones caminamos más bonito.

Toca empezar a desmontar la idea que tenemos del amor, para construir otra forma de ver y com­prender al amor.
Por amores más sanos y bonitos en nuestras vidas, nos leemos en nuestra próxima columna.

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